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Las consecuencias de la guerra en el medio ambiente, invisibles en la COP28

 03 diciembre, 2023

Rosa Soto

Dubái, 3 dic (EFE).- La extinción de especies de flora y fauna, la contaminación de fuentes de agua y la radiación en tierras de cultivo son solo algunas de las consecuencias de la guerra en el medio ambiente, un tema invisible en el programa oficial de la Cumbre del Clima de la ONU (COP28), que dedica hoy por primera vez en su historia un día temático al «Socorro, Recuperación y Paz».

Esta jornada «se centrará en acelerar la adaptación y prevenir y abordar las pérdidas y los daños, incluso en contextos frágiles y afectados por conflictos, que enfrentan barreras considerables para acceder a la financiación climática y fortalecer la acción climática», detalla la ONU en la web oficial de la cumbre.

Sin embargo, ninguna de las sesiones oficiales centra su contenido en los efectos de la violencia en el entorno natural y su implicación en el cambio climático como reclaman desde hace tiempo organizaciones críticas a los conflictos armados y el sector armamentístico y militar.

Si habrá debates paralelos en este sentido organizados por la sociedad civil.

Se espera que en esta jornada la presidencia de la COP28 publique una Declaración sobre Clima, Socorro, Recuperación y Paz, cuyo borrador destaca la necesidad de ampliar urgentemente los recursos financieros para atender zonas y poblaciones afectadas por la guerra, pero sin prestar atención a cómo ésta y otras actividades militares impactan en el clima, según el Conflict and Environment Observatory (CEOBS).

Los efectos de la guerra en el clima

La circulación de vehículos militares, los disparos de carros de combate y armas pesadas, el lanzamiento de misiles y obuses afectan duramente al entorno natural convertido en campo de batalla, con numerosas consecuencias para el medio ambiente y, a largo plazo, con efectos sobre el cambio climático.

«La naturaleza se ve muy afectada por todos los estadios de la guerra, que tienen un gran impacto en el clima y no solo por la emisión de CO2 de todos los vehículos y artillería empleada, sino por la emisión de otros tóxicos y el daño causado directamente sobre el ecosistema», dijo a EFE la directora de la Alianza Iberoamericana por la Paz y doctora en Cultura de Paz del Centre Delàs d’Estudis per la Pau, Chloé Meulewaeter.

Según esta especialista, los conflictos armados atentan contra la diversidad en todas sus formas por tierra, mar y aire, contaminando acuíferos, dejando la tierra estéril o con toxicidad durante años y eliminando la flora autóctona, además de matar, herir y desplazar a la fauna del lugar.

Eso sin contar con los efectos de las pruebas de armas nucleares.

Sin embargo, no solo la guerra en sí misma genera estos efectos adversos, sino que también lo hacen los ejercicios militares y la situación resultante postconflicto.

«La huella pre y post guerra es enorme. El CO2 y los tóxicos del armamento causan daños a los ecosistemas, pero también lo hacen las bases militares, su mantenimiento y los entrenamientos, además de todo lo que implica la destrucción de los hábitats naturales y su posterior reconstrucción», explicó

Faltan datos sobre contaminación bélica

«Los vínculos entre la guerra y la militarización con la crisis climática son claros, pero siguen sin estudiarse las emisiones de CO2 de los conflictos después de que fueran excluidas del Protocolo de Kyoto en 1992 por presiones de Estados Unidos», dice Meulewaeter, quien apuntó que el Acuerdo de París de 2005 estableció como voluntario el reporte de estas emisiones.

Precisamente, el CEOBS y el grupo de investigación Concrete Impacts (CI) denuncia en su web ‘militaryemissions.org’ que los escasos datos relativos a estas emisiones militares en los informes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC) están camuflados en otras categorías de códigos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC).

«Muchos países no desglosan las emisiones militares en la categoría pertinente del IPCC, o las informan junto con las emisiones de actividades civiles que no se especifican en otra parte, por ejemplo, las de defensa civil o búsqueda y rescate. Algunos países no publican datos sobre emisiones por motivos de seguridad nacional», publica esta web especializada.

En un informe del año 2022, el Centre Delàs concluye que los países más ricos son los principales responsables de la crisis climática al tiempo que destinan más recursos al gasto militar que a la financiación para el clima.

«Entre 2013 y 2021, los países más ricos (del anexo II de la ONU) destinaron 9,45 billones de dólares al gasto militar, un 56,3% del gasto militar total (16,8 billones de dólares), en comparación con alrededor de 243.900 millones de dólares en financiación adicional para el clima. El gasto militar aumentó en un 21,3% desde 2013», detalló.

Ante esto, ambas organizaciones propusieron que los estados pongan las emisiones militares sobre la mesa en la COP28 y se comprometan a mejorar la transparencia de sus informes, si bien recalcaron que las emisiones son solo uno de los muchos factores militares que afectan al medio ambiente y que se deben monitorizar. EFE

rsm/amr.fch