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Ofrendas de dulces y fetos de llama para iniciar el mes de la Madre Tierra en Bolivia

 02 agosto, 2023

La Cumbre, Bolivia, 2 ago (EFE).- El gélido viento, muy común en el altiplano boliviano, no impide que decenas de personas recorran los 12 kilómetros que separan La Paz de La Cumbre para pedir prosperidad y salud a los «achachilas», los sabios protectores, en el inicio del mes de la Pachamama.

La gente, sobre todo familias y trabajadores, se levantó al amanecer del martes o pasó la noche en La Cumbre, un paso de montaña azotado por el viento a 4.700 metros sobre el nivel del mar, para dar la bienvenida al primer día de agosto, el llamado Mes de la Madre Tierra en Bolivia.

Agosto es el mes elegido para hacer las ofrendas porque es cuando termina la primera temporada agrícola del mundo andino y, según las comunidades indígenas locales, en esta época del año la Madre Tierra «abre la boca» para dar de comer.

Las familias traen «tablas» para alimentar a la tierra y a los sabios achachilas para pedir prosperidad, amor, trabajo y familia, pero también especialmente para agradecer a los protectores por la buena salud.

«Tenemos la costumbre, todos los años, de hacer ofrendas ya que esto representa un pago a la Pachamama por diversos motivos, no sólo por la riqueza, sino por todo. Venimos a pedir trabajo, salud y bienestar», explica René Aduviri, que lleva más de 25 años haciendo ofrendas con su familia.

En el sistema de creencias aymara, los achachilas son espíritus que viven bajo tierra en las montañas, se aparecen bajo la apariencia de ancianos y envían lluvia, granizo o escarcha.

«La dulzura de la mesa de la Pachamama representa la dulzura que queremos tener en nuestras vidas», subrayó Aduviri.

Añadió diversas frutas, como manzanas verdes, a las «mesas» preparadas para que la Pachamama escuche sus agradecimientos y también sus peticiones.

Las ofrendas se colocan encima de un incensario o estufa de humo para que sean consumidas por el fuego, como parte de ciertos rituales como «ch’allar», rociar alcohol sobre la «mesa» junto con cerveza, y a veces se reza en lengua aymara o la gente levanta las manos pidiendo que la plegaria sea «recibida» y «concedida».

«Para nuestro pueblo, esta época (del año) significa que la Pachamama abre la boca y tenemos que proveer cosas como ofrendas y mesas, y venimos a agradecer», dijo a EFE la directora general de Medicina Tradicional, Viviana Camacho, mientras realizaba una ofrenda a la Madre Tierra junto a su equipo.

Dijo que hay que actuar «con respeto» durante las ceremonias, por lo que antes de hacer su ofrenda limpiaron el lugar, y agregó que esperan que este año la Madre Tierra les dé «fuerza» durante los próximos 12 meses.

Varias de las personas suelen esperar a que la ofrenda se consuma por completo para ver si la «mesa» ha sido bien recibida por la Pachamama, algo que puede detectarse por el color de las cenizas: Si las cenizas son blancas, se cree que la Madre Tierra ha recibido la ofrenda con alegría.

«Sólo espero que este año haya una buena (cosecha) de alimentos y que la tierra nos proporcione agua», dice Aduviri.

Las familias y los grupos de amigos se sientan alrededor de las «mesas» hasta que se consume la ofrenda, tomando bebidas alcohólicas y escuchando música.

Al igual que en La Cumbre, estas ceremonias se celebran en varios lugares de Bolivia, especialmente en la ciudad de La Paz, donde participan incluso las principales autoridades del país, mientras que empresas, restaurantes y algunos hogares realizan sus propias ofrendas durante todo el mes.

El vicepresidente boliviano, David Choquehuanca, quien se ha presentado en diferentes escenarios internacionales como defensor del medio ambiente y de vivir adecuadamente, recordó en sus cuentas de redes sociales que «agosto, el mes de la Pachamama, (es) un tiempo de agradecimiento y reencuentro con nuestra Madre Tierra».

«Es un mes para reflexionar sobre la responsabilidad que tenemos de cuidar a nuestra Madre Tierra. Jallalla nuestra #Pachamama!», agregó, usando una palabra muy conocida en Bolivia que hizo su primera aparición formal en un diccionario de la lengua aymara en 1612 y que significa «Es buena». EFE

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