Científica española, ansiosa de su cita con el moderno telescopio James Webb
 23 marzo, 2022
Washington (EE.UU.), 23 mar (EFE).- James Webb, el más grande telescopio espacial, completó recientemente el despliegue de sus 18 espejos hexagonales bañados en oro, y la científica planetaria española Noemí Pinilla Alonso aguarda ahora, impaciente, su turno para explorar a través de este complejo instrumento la composición y el origen de los objetos transneptunianos.
«El estudio nos dará datos sobre las primeras etapas de formación y la evolución del Sistema Solar», dice a Efe Pinilla en una entrevista.
«Los objetos en el cinturón de Kuiper, también conocidos como objetos transneptunianos, son cápsulas de tiempo congeladas que nos darán conocimiento sobre cómo era la nube de gas y polvo que formó el Sistema Solar», agrega.
El Telescopio Espacial James Webb, lanzado el pasado 25 de diciembre, se encuentra a 1,6 millones de kilómetros de la Tierra, y a comienzos de marzo se completó el despliegue y alineamiento de 18 placas hexagonales de berilio enchapado en oro que ahora forman un solo espejo de 6,5 metros de diámetro.
Pinilla, científica del Instituto Espacial en la Universidad Central de Florida desde 2015, es la investigadora principal de un proyecto y coinvestigadora en otros dos que emplearán la cuota de tiempo asignada para el uso del Webb en el estudio de los cuerpos que orbitan al Sol más allá de Neptuno.
En 2017 el Comité de Asignaciones anunció su llamado a propuestas y para fines de 2020 ese grupo había recibido más de 1.100 proveniente de 44 países, que sumaban más de 24.000 horas de uso del observatorio espacial.
El comité integrado por 200 expertos astrónomos de todo el mundo, aprobó 286 propuestas y asignó un total de 6.031 horas de uso del telescopio, de las cuales Pinilla obtuvo 100 horas como usuaria.
«Es un sistema complejo para asignar el tiempo a los usuarios», comenta Pinilla. «Consume tiempo para la preparación y para apuntar (el telescopio). Nosotros definimos una lista de 59 objetos transneptunianos y los necesitamos a todos».
Su equipo lo completan Charles Schambeau y los brasileños Ana Carolina de Souza Feliciano y Mario De Prá, todos ellos científicos que trabajan en el Instituto Espacial Florida.
«En los próximos meses entraremos en los primeros ciclos de observación centrada en averiguar de qué están hechos los cuerpos pequeños del Sistema Solar», subraya Pinilla, quien obtuvo en 2009 su doctorado en astronomía y astrofísica en la Universidad de La Laguna, Tenerife (España).
«Es una variedad de objetos y lo que buscamos es entender no sólo de qué están hechos los más grandes sino también los más pequeños», continuó.
«Cada objeto individual nos dará información sobre su composición mientras que el estudio de toda la muestra completa el conocimiento de toda la región», enfatiza.
La agencia espacial estadounidense NASA describe el Cinturón de Kuiper como un anillo de cuerpos helados más allá de la órbita de Neptuno, en el cual Plutón es el elemento más famoso y por mucho tiempo se le consideró como el noveno planeta en el Sistema Solar.
«Creemos que esa región es la reserva de hielo en el Sistema Solar», agrega Pinilla, quien fue investigadora en el Departamento de Ciencias de la Tierra y Planetarias en la Universidad de Tennessee.
«Nuestra investigación no está enfocada en los planetas grandes ni los asteroides, sino en estos cuerpos helados los cuales, a pesar de ser referidos como pequeños, son una gran fuente de información», señala.
El proyecto buscará determinar la composición de la superficie de cuerpos espaciales menores y la interpretación de los mecanismos de alteración de las superficies, lo cual conducirá a entender las condiciones de su formación y su evolución.
LA MAYOR COBERTURA DEL WEBB
Pinilla explica que las observaciones del Webb se beneficiarán de una cobertura de onda más larga y una sensibilidad del observatorio mucho más avanzada, y que la interpretación de la información recogida por telescopio espacial implicará un trabajo de años.
«Algunos de los análisis pueden ser más inmediatos, pero hay que añadir el tiempo para el procesamiento de los datos», aclara Pinilla. «Es un instrumento nuevo y tenemos que aprender, en la práctica, cómo procesar la información, para usarlo de la mejor manera».
El análisis permitirá saber cuánta agua tiene un cuerpo, qué proporción de hielos tiene si tiene materiales procesados, o si hay polvo en la superficie lo cual indicaría que en algún momento pudo tener una atmósfera alrededor.
«Se obtiene un espectro, no una imagen, y puede observarse la cantidad de luz en diferentes colores», dice Pinilla. «Estos cuerpos no emiten luz sino que reflejan la luz del sol, dependiendo de lo que haya en la superficie absorbe parte de esa luz y la reflectancia permite la comparación con cada elemento estudiado ya en la Tierra».
«En el laboratorio puede conocerse cuál es la ‘receta’ para componer ese objeto, cuáles son los ingredientes del cuerpo», indica.
En su trabajo, Pinilla ha empleado la información obtenida, entre otros, por el Observatorio Gemini, que consiste en dos telescopios ópticos e infrarrojos ubicados en Maunakea (Hawái), y Cerro Pachón (Chile) y por el Gran Telescopio Canarias, el mayor telescopio del mundo de una sola apertura.
También ha tenido acceso a los datos recogidos y transmitidos por telescopios espaciales como el Spitzer, de la NASA, y el observatorio Herschel, de la Agencia Espacial Europea (ESA). EFE
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