Inquietud en 36 municipios gallegos por las nuevas medidas para la hostelería
 25 julio, 2021
A Pobra (A Coruña), 25 jul (EFE).- Galicia mantendrá abierta la hostelería en todos los ayuntamientos sea cual sea la incidencia de la covid-19, pero pide desde este sábado un certificado de vacunación, un documento que acredite haber pasado la enfermedad o una prueba negativa para entrar en los locales de los municipios en nivel máximo o alto de restricciones, un total de 36.
Las nuevas medidas para batallar la pandemia están causando estupor y desconcierto en un sector, el de la hostelería, cansado de estar día sí y día también en el punto de mira: cada vez que los medios de comunicación informan de un repunte en el número de contagios, se sienten, o les hacen sentir, interpretan, como los únicos culpables de ello.
Ocurre, por ejemplo, entre el colectivo de A Pobra do Caramiñal, un municipio costero de la provincia de A Coruña golpeado por el coronavirus y por las lluvias, que este verano parecen estar dispuestas a teñir cada rincón, cada esquina de la costa gallega, poco acostumbrada a las altas temperaturas. Pero también a estas tan bajas.
Es lo que cuenta en una conversación con Efe Ángeles Prol, propietaria de Adega A. Kunka, un pequeño y típico establecimiento cuya dirección el viernes cerró su terraza por las inclemencias meteorológicas y que hoy mira al cielo pidiendo un respiro.
Una bocanada de aire fresco que también demanda Prol a la Xunta de Galicia y a todas las autoridades que señalan con ese «dedo acusador» a la hostelería, «la forma más fácil de buscar un culpable», aunque no radique ahí el problema, dice Ángeles, que apunta a los botellones.
«Nosotros ahora mismo no estamos ni trabajando la cuarta parte», lamenta la dueña de este establecimiento, mientras recuerda lo «incómodo» y «molesto» que le resulta pedirle a los clientes su cartilla de vacunación o una prueba PCR para dejarles entrar a consumir en su local, e incluso para ir al servicio.
Un hecho que aún encima es «discriminatorio» hacia la gente joven, sin vacunar porque aún no les ha llegado el momento.
«¿Por qué no hay más policía? Salen de aquí y van a las playas, van a los montes… ¿Por qué no vigilan más?», se pregunta.
No tienen clientes apenas y eso se nota en la caja y en las deudas, que no menguan: «Nos están matando». Y lo peor aún está por venir, vaticina. Con nueve empleados a su cargo, los gastos corrientes y dos préstamos ICO por pagar, no sabe qué hacer, aunque si pudiera cerrarían hoy mismo para dejar atrás ese quebradero de cabeza.
Ángeles, que se siente sola, pide a las autoridades que se pongan en su «pellejo» y en el del resto de compañeros, porque «cuando parecía que todo podía remontar, vuelven otra vez a machacarnos».
«No sabemos qué vamos a hacer, no sabemos cómo vamos a sobrevivir. Si no fuera por todas las deudas que tenemos nosotros cerrábamos ya», insiste.
Esta situación de desasosiego la comparte Saray Iglesias, una joven de 18 años que trabaja en Casa Manolo durante el verano y los fines de semana en invierno desde hace dos años. La exigencia de esos documentos a los clientes no debería ser una tarea de los camareros, ni siquiera de los gerentes, opina.
«Me parece muy fuerte negar a alguien la entrada solo porque no tenga las pruebas. Hasta hace poco sólo se vacunaba a personas mayores. Y si quiere entrar una persona joven como yo, ¿qué hace?», una cuestión que lanza al aire.
Estas nuevas restricciones entraron en vigor en esta jornada. La clientela de Casa Manolo es de edad avanzada, en general.
Saray, que contesta mientras su jefa prepara unas tortillas, teme que este local baje la persiana: «Hay mucha gente que vive día a día de esto y que nos digan esto a estas alturas es como decir ‘cerrad’. Yo no lo veo normal», explica, y agrega que todos los bares de la zona están «conmocionados».
Es cierto. La mayoría comparte ese desamparo. De madrugada, pasadas las 00:00, la Guardia Civil ya entró en un local a pedir certificados de Covid y, como no los tenían, «multa» al canto, apostilla Saray. Por el boca a boca, todo se sabe.
«Lo que tenemos es que aguantar a que baje el nivel y esperar que esas medidas cambien», dice resignada.
En Galicia hay ocho municipios en nivel máximo de restricciones, que son O Barco (Ourense); Cambados, Sanxenxo, Meaño y O Grove (Pontevedra) y Boiro y el mencionado de A Pobra, ambos en A Coruña.
En ellos la hostelería puede trabajar al 30% en interior y las terrazas al 50. Deben cerrar a la una de la madrugada. Los clientes han de contar con prueba negativa de covid o certificado de vacunación o de haber pasado la enfermedad para estar en el interior.
El ocio nocturno está cerrado. Y prohibidas en la calle las reuniones, excepto convivientes, entre la una y las seis de la madrugada. No hay cierre perimetral.
En nivel alto, están 29 municipios (849.086 habitantes, el 31,4 % de la población). Son los de Ourense, Avión, Barbadás, Carballiño (Ourense); Porto do Son, Carballo, Fisterra, Oleiros, Vimianzo, Arzúa, Ribeira, Melide (A Coruña); Burela, Viveiro, Cervo, Foz, Ribadeo (Lugo); y A Illa, Vilagarcía, Vilanova, Marín, Poio, Pontevedra, Vigo, Baiona, Gondomar, Nigrán, O Rosal, Tomiño (Pontevedra).
La hostelería puede funcionar con el interior y las terrazas al 50%, la hora de cierre es la una de la madrugada, y es preceptiva, como en el otro escalón, la prueba negativa de covid o certificado de vacunación o de haber pasado la enfermedad para estar en el interior.
El ocio nocturno está clausurado y pesa la misma prohibición sobre las reuniones.