Ara Malikian: el gozo de verle
 23 julio, 2021
Santiago de Compostela, 23 jul (EFE).- «Estoy feliz, muy contento de estar aquí, en este lugar mágico, espectacular». El violinista Ara Malikian ha tocado la fibra esta noche en el compostelano Monte del Gozo, nombre muy apropiado, puesto que escucharle ha sido hoy un gozo.
«Estaremos tocando hasta que nos echen. Como no hay toque de queda, hasta que no podamos más», avisó en un inicio este músico, con un repertorio tan largo como sus fábulas, que en realidad son recreaciones de sus propias vivencias.
«Si queréis solo cuento historietas», bromeó, tirando de retranca, tras relatar cómo llegó a Alemania con quince años y sin saber ni papa, pero con un desparpajo tal que acabó liado para tocar en una boda.
«Era muy raro. Más raro que ahora si cabe», espetó en un guiño irónico, a un público, el de su recital en ‘Perseidas. O Son do Camiño’, compuesto por gente de todas las edades, por supuesto también niños.
Ara Malikian agradeció a todos y cada uno su presencia allí, al ser consciente de que para ir a un espectáculo en la actualidad «uno se lo piensa varias veces».
«Aquí están tomadas todas las medidas minuciosamente para que todos podamos volver a casa infectados solamente de música. Y de ninguna porquería», dijo al auditorio.
Empezó Ara Malikian, poco después de las diez, honrando a su barrio, con un instrumento que maneja a la perfección; y, más adelante, a su madre, con ‘Loucine’.
Y logró emocionar al respetable con «Pisando flores».
La pandemia hizo que cambiase los grandes escenarios de su gira mundial en 2020 por teatros vacíos, escalinatas e incluso un panteón, pero en Compostela pisó de nuevo un gran parque, el que acoge a más peregrinos.
Allí, en el Gozo, Malikian (Beirut, 1968) llevó ‘Le Petit Garage’, su disco más importante, creado en pleno confinamiento y con parte de la docena de canciones que lo componen dedicadas a su familia, a su mujer, Nata Moreno, y al hijo de ambos.
La crisis sanitaria no se quedó al margen de este álbum, pero su creador quiso servirse de los momentos más esperanzadores e íntimos de la misma.
Al artista hoy tan consolidado le preguntaron en una ocasión, el típico «niño repelente» de toda la vida, qué violín tenía, cuál era su constructor.
«Es un buen Ravioli, de principios del XVIII», fue la respuesta dada.
Otro, un tercero, presente en la conversación, le replicó: «Quizá tienes un ravioli al dente». Y Ara estuvo rápido: «No, al freddo. Lo ha construido Alfredo Ravioli».
De tanto contar ese momento, surgió el tema «Las milongas de Alfredo Ravioli».
Este 22 de julio fueron muy aplaudidas.
Como las de Ara, con la inseparable compañía de su amigo Melón, procedente de Cuba, al piano.
Tuvo palabras Ara para la isla. Y para su inseparable cubano del que, verdad o no, desveló que sabía bailar muy bien «la lambada».
Melón no mostró esas dotes, si es que son ciertas. Sí, en cambio, su pericia al piano.
Malikian, al violín, el cual paseó entre el público, mascarilla en boca y guardando las distancias.
Al final, agradeció el apoyo a la cultura, que en momentos como los vividos y que «ojalá pronto sean pasado», es, concluyó, una de las actividades más castigadas.